Sentimientos navideños

Sentimientos Navideños

Los hombres contaron lo que habían visto, pero nadie creyó sus palabras. Habían pasado mucho tiempo fuera de sus casas, alejados de sus familias. La guerra, consideraban algunos, los había cambiado de modo inexorable; sometiéndolos a una tensión insoportable. Lo mejor era no hablar del pasado. Después de todo, pensaban otros, el pasado no puede remediarse. Lo hecho, hecho está. Es mejor aprender de los errores antes que vivir lamentándose, atrapado en medio de una avalancha de dudas y recriminaciones. Se debía olvidar, enterrar en lo profundo del alma cualquier recuerdo que resultase doloroso o perturbador para su espíritu o su conciencia. Los horrores, aquellos que habían visto o experimentado en carne propia, debían ser sacados de su mente, o puestos en un compartimento oscuro, blindado. Debían aislarse en cualquier lugar, siempre que estuviesen a resguardo de su compasión o empatía.
Era navidad, y la humanidad –siempre precavida- había tomado todas las precauciones necesarias para protegerse de sí misma, de su propio dolor y sus sentimientos hostiles. La vida seguía: seguía para los niños inocentes que nada entendían de poder o violencia extrema. Seguía para los jóvenes, demasiado ocupados en su propia vitalidad. Seguía para las esposas, empeñadas en preparar la cena de noche buena. Seguía para los ancianos, eternos melancólicos que se pierden en mitad de sus pasos anecdóticos. La vida seguía incluso para los mismos días, que se cobijaron con sus trajes blancos y su ropa de invierno, en una época en que la nostalgia puede sentirse en el frío y verse en la piel de los maderos congelados. Sí, era navidad. Tiempo de paz y amor, coincidían todos. ¿Acaso no es contagioso el sentimiento de alegría?
Pero ellos, los hombres que habían hecho la guerra y sobrevivieron, jamás volverían a ser los mismos. Su vida había sido truncada para siempre. Rotos por dentro, como estaban, los invadió un sentimiento de tristeza que no habían experimentado antes; les causaba una aflicción insoportable que les quitaba el sueño por las noches.
¿Ya no sabes sonreír? Fue la pregunta que formuló una mujer al ver el mutismo en que se encontraba su marido, después de la cena. Su necesidad de hablar se veía contrapuesta a la falta de oyentes, un público que hiciera ecos de su protesta y su aniquilación absoluta. Un confidente que reconociera su dolor y lo compartiera con ellos, asumiendo así la culpa compartida. Los hombres habían vuelto de la tierra de los cadáveres con la esperanza de encontrar la paz en compañía de seres humanos, y en su lugar encontraron una humanidad ausente. Ya no había más seres humanos con quienes comunicarse, aquellas personas eran simples marionetas de una banalidad hedonista.
Pero, ¿a quién le importan esas historias sin fecha ni lugar? ¡Es navidad! Lo malo se olvida, se renueva la fe en la bondad y el amor. ¿No es así?

Acerca de pussylanime

Costarricense. Amante de los libros, el café y los gatos.
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4 respuestas a Sentimientos navideños

  1. Como bien lo dices.»¡Es navidad! Lo malo se olvida, se renueva la fe en la bondad y el amor.»
    Te deseo una Feliz Navidad, que sean llenas de alegrías y muchas bendiciones para ti.
    Un fuerte abrazo.

  2. Luis Liñante dijo:

    No es necesario ir a la guerra para después encontrarse con esa humanidad ausente, sobre todo en estos días de «navidad». Gracias. Hermosa reflexión. Abrazos, Luis

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